jueves, 4 de junio de 2009

GASTRONOMIA

No se puede definir a Venezuela sin la arepa (el pan nuestro de cada día), el pabellón y la hallaca, pero nuestra cocina, al igual que la de otros países latinoamericanos, viene evolucionando desde hace varios siglos y se enriquece todavía con los aportes más o menos recientes de la inmigración europea y suramericana.

La arepa es una tortita redonda de maíz que acompaña cualquier comida y es el sustituto del pan. Puede convertirse en una comida rápida, pero sana y satisfactoria cuando se abre y se rellena con carne de res, cerdo, mariscos, chorizo, queso o combinaciones deliciosas como pollo con mayonesa, jamón y queso y otras que dependen de la imaginación del cocinero. Solo diremos que, al igual que el pan, la arepa va con todo.


Se dice que el pabellón representa a la bandera nacional por ser tricolor: carne desmechada guisada con tomate, arroz blanco y caraotas negras, con ‘baranda’ de plátano maduro frito y queso rallado. Nada más sabroso, completo y alimenticio.


En Venezuela no hay fiestas de diciembre sin hallacas. La tradición y el apego del venezolano a este plato están muy arraigados porque su preparación es muy complicada y requiere la participación de toda la familia. Navidad y Año Nuevo son las oportunidades perfectas para disfrutar con chicos, adultos y viejos del clan familiar. La hallaca es un pastel de maíz relleno con un guiso de res y cerdo, envuelto en hojas de plátano ahumadas y hervido hasta su cocción. Cada región y cada familia tiene su receta y la preparación de la masa de maíz, los ingredientes del guiso, la disposición del ‘adorno’ y el amarre del pastel, son objeto de rituales casi místicos que se transmiten de generación en generación. Todo este trabajo justifica que las hallacas se hagan en cantidad suficiente para que toda la familia no tenga que cocinar en el mes de diciembre. Arriésguese: en la red hay infinidad de recetas para este plato tan especial.




La hallaca se sirve con el tradicional pan de jamón, ensalada de gallina y pernil de cerdo horneado, pero también forman de la mesa navideña el dulce de lechosa (papaya), el dulce de cabello-de-ángel, el panettone (obsequio de la colonia italiana), el ponchecrema, el carato, los turrones, el vino, el pavo horneado, etc. Si Ud. sobrevive a la dieta de diciembre en Venezuela, puede superar cualquier problema que le traiga el nuevo año.

Aparte de los anteriores, que están presentes en todo el país, cada región tiene sus platos propios. En los Andes se puede disfrutar de arepa de trigo y pisca andina; en Falcón encontraremos celse coriano, mute de chivo, quesos únicos de leche de cabra y los famosos bocadillos dulces de guayaba; en Lara se produce toda clase de preparaciones derivadas de la leche, como los ‘sueros’ puros, picantes o adobados, cremas, quesos y cuajadas de primera calidad; en los llanos se especializan en asar carnes a la parrilla y en los ‘pisillos’ de carne de res, venado o chigüire secada al sol o en salazón. En oriente y Guayana se hace el pastel de morrocoy o tortuga de tierra, el ‘pelao’ guayanés y el sancocho de pescado. En la Isla de Margarita la especialidad son las empanadas de cazón, las frituras de pescado y el pastel de chucho. En el centro del país se prepara el sancocho ‘cruzao’ que combina varias carnes, casi siempre res, cerdo y pollo. Finalmente en la capital, el caraqueño se interesa tanto por lo criollo como por lo internacional, pero una celebración siempre incluirá la parrillada de carne con ‘guasacaca’, que es una salsa de aguacate parecida al guacamole mexicano.






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